Proyección: 18/06/2013 en el cine-club de La Morada
«Esperad
tened esperanza tres días
les dijo Colón
mostrándoles con confianza
el cielo ilimitado
y tendréis un nuevo mundo
vosotros que desesperáis
y más allá del mar profundo
sus ojos lo veían ya».
(Traducción de la canción cantada por Mouchette)
A lo largo de tres días, asistimos al viaje de una inocencia corrompida por la vileza del mundo, irrecuperable, que busca con ansiosa precipitación su encuentro con la vida y la felicidad, que se le niega una y otra vez. Asediada y estigmatizada por las gentes de la aldea, sus instituciones y su familia, Mouchette decide escapar antes de ser contagiada por una civilización perversa que nunca la va a liberar, nunca le va a quitar el cepo alrededor del cuello, encontrando una única manera de resistencia, de escapatoria posible, tras el tercer día.
El mundo es el barro que mancha las botas de Mouchette, que ella intenta reformular y lanzar contra aquellos que la someten, pero su golpe de atención nunca mancha, se dispersa, su llamada nunca se oye. El único que le hace caso, el único con el que existe cierta complicidad es un sueño, es el desconocido, el que llega y nunca vuelve, es el otro inalcanzable, en una escena en el que el azar, la vida y el juego van de la mano como en ninguna otra. Mouchette es liberada por unos instantes, y el placer estalla en su rostro. Pero el empujón no tarda en llegar, y con él, un nuevo saqueo a un imaginario cada vez mas limitado, atrapado en ese mundo aberrante de cazadores furtivos y guardas que observan, hombres que atrapan y hombres que deciden cuando liberar, o cuando solo observar tras la maleza.
Los elementos de la narración, son dispuestos para expresar lo que no es dicho, sino mostrado. Vemos el interior de esa niña que se expande y explica mediante el resto de elementos que giran en torno a ella. Incluso Luisa, personaje en principio ajeno, nos susurra y pronostica una Mouchette adulta. La madre, Luisa y Mouchette hablan de si misma a diferentes niveles narrativos. Pasado, presente y futuro. ¿Destino ineludible?.
Mouchette podría definirse de la misma manera que Bresson hace de sus “modelos”, de los que habla como seres humanos tomados de la vida real en una especie de “estado puro”, poseedores de ese “ser en sí mismo” (que el actor no tiene), de ese valor de humanidad sin intermediarios que Mouchette posee en cada gesto y palabra. En una entrevista con Godard lo explica de la mejor forma posible, discutiendo;
http://www.tijeretazos.net/Cinema/Bresson/Bresson006.htm
Bresson dejó de utilizar a actores profesionales tras el rodaje de “Un condenado a muerte se ha escapado (… ). A partir de aquí prosigue con más concreción que nunca, una etapa de búsqueda tanto de fondo como de forma.
Tomando como punto de partida la idea de que lo real no es dramático, apunta que el drama nacerá de una cierta progresión de elementos no-dramáticos. Es entonces cuando el actor se verá sustituido por el modelo, figura clave y desgarrada, que intentará sacar la verdadera esencia humana mediante el uso del texto, de cómo este transite por el cuerpo del que lo dice, convirtiéndose al ser leído en la expresión profunda de lo humano, de la esencia, en este caso de esa niña que se esconde tras el personaje de Mouchette.
Bresson utiliza el distanciamiento como única fórmula posible, “máxima expresividad por medio de la no expresión”, tanto en la interpretación como en la puesta en escena, también en la planificación, para no caer en el sentimentalismo atroz que nos manipula, dejándonos así participar en la construcción de lo que vemos desde nuestros propios sentimientos y sensaciones.
Apela al montaje como verdadero narrador y creador de lenguaje, y escapa y resiste a la utilización clásica del lenguaje cinematográfico, como por ejemplo en cuanto a la significación clásica de los valores de los planos. Es por esto que nunca recurre al primer plano, y menos aún en las escenas trágicas. Utiliza sobretodo planos medio-largos en los que casi nunca vemos a los personajes juntos, separados por el plano contra-plano. Fragmentando los cuerpos y el tiempo, las palabras son sustituidas por los gestos, por los objetos que vaticinan la tragedia, como cuando se caen y rompen en mil pedazos, o no rompen pero caen dos veces de manera casi imperceptible al ojo humano. Frases que empiezan y terminan en un mismo plano. Abrazos que se transforman en caricias, canciones del poder que se transforman en nanas. Insaciable búsqueda del equilibrio entre fondo y forma.
Mientras que Evvie nunca parece ser consciente de su propia desgracia, y es por eso que no opone resistencia, ni intenta escapar, ignorante, es capaz de vivir y hasta de ser feliz, Mouchette es consciente de la maldad que entraña el mundo, con una mirada de una tristeza insondable, también posee esperanza, por lo tanto inocencia.
Pero lo que quizás más distancie y oponga a ambas jóvenes provenga de la concepción que los directores tienen de la propia naturaleza humana, (¿femenina?), salvaje, pura.
Evvie es la planicie, cuyos instintos en vez de irse desarrollando a lo largo de la narración, se van quedando cada vez mas enquistados en la aprehensión que realiza de los valores inculcados desde el poder. En cambio, en Mouchette, lo salvaje es mostrado como única resistencia, como oposición absoluta a los valores de ese mundo “civilizado”, de esa cultura cazadora que nos mancilla y aniquila de manera constante y repetitiva.
Y termino invitando a dejarse llevar, a deslizarse y a embarcarse en lo que el mismo Bresson buscaba en las películas, “una marcha hacia lo desconocido”.